por danila
Me sumo a la campaña que promueve Facundo Manes, #AhorraArgentina #UnPaísParaCuidar, desde la Fundación Educación para Poder y el Instituto Abierto para el Desarrollo y Estudio de Políticas Públicas (IADEPP).
No sé si será casualidad que "El Día Internacional del Ahorro" sea hoy, 31 de octubre, en coincidencia con Halloween. Pero justo por estos días estaba reflexionando acerca de la cantidad de dinero que se gasta en esta celebración de reciente incorporación a los hábitos argentinos.
De niña, exiliada con mi familia en Inglaterra, celebrábamos Halloween ("Víspera de todos los santos"), un rito de origen celta cuyo propósito era alejar los espíritus malignos justo en la época en que -según era la creencia- había un acercamiento entre nuestro mundo y el "otro mundo".
Para revivir esa tradición, todos los 31 de octubre los niños hacíamos "trick or treat", es decir, íbamos por el vecindario tocando las puertas de las casas para que o bien nos dieran golosinas... ¡o bien se sometieran a nuestros hechizos! Los disfraces eran caseros y las calabazas, reales.
Eso ahora está tan lejos en mi memoria como distanciado de la realidad hiperconsumista que vivimos. Así, una abuela porteña, que nada sabe de los celtas y que llega a fin de mes con lo justo, es capaz de gastar $300 en calabazas de plástico con caramelos para sus nietos.
La presión es fuerte. Los mismos niños rechazan los disfraces hechos en casa en una competencia ventilada por las empresas, al igual que las fiestas de 15 (tema sobre el que ya hice una entrada).
Por eso es importante, resistir, consumir inteligentemente, ser creativo, pausar, cuidar, valorar, evaluar, razonar, poner en perspectiva, prescindir, ahorrar... Nadie lo ha dicho mejor que el Papa Francisco. Soy atea pero reconozco y valoro el liderazgo espiritual de nuestro coterráneo pontífice. Si no lo han hecho aún, recomiendo que lean el "Laudato si': sobre el cuidado de nuestra casa común". Aquí los dejo con un par de extractos que me gustan mucho:
"Cuando las personas se vuelven autorreferenciales y se aíslan en su propia conciencia, acrecientan su voracidad. Mientras más vacío está el corazón de la persona, más necesita objetos para comprar, poseer y consumir. En este contexto, no parece posible que alguien acepte que la realidad le marque límites. Tampoco existe en ese horizonte un verdadero bien común."
"La paz interior de las personas tiene mucho que ver con el cuidado de la ecología y con el bien común, porque, auténticamente vivida, se refleja en un estilo de vida equilibrado unido a una capacidad de admiración que lleva a la profundidad de la vida. La naturaleza está llena de palabras de amor, pero ¿cómo podremos escucharlas en medio del ruido constante, de la distracción permanente y ansiosa, o del culto a la apariencia?"