por landi
¿Vieron "Charlie y la fábrica de chocolate"? En la película infantil de 2005 con Jhonny Depp, una remake de un éxito de 1971, un paseo por una fábrica de golosinas que parece ser la fantasía de cualquier niño se convierte en una trampa para los egoístas, ambiciosos y otros que se mueven por "malos sentimientos".
Pues parece que el mundo de los juguetes para niños está lleno de trampas al estilo de esta fábrica de fantasía. Movidas por la maximización de utilidades a la tercerización de su producción, la mayor parte de las empresas jugueteras de Estados Unidos (y en consecuencia las dueñas de las licencias de los juguetes que consumen nuestros hijos en el mundo globalizado de Cartoon Network, Jetix y Nickelodeon) han tercerizado su producción a China. De hecho, 70% de los juguetes que se venden en Estados Unidos están tercerizados a empresas de China, en las que trabajadores con pocos derechos y bajos salarios producen por centavos lo que después se venderá en varios cientos de dólares en las cadenas de jugueterías americanas.
Pero en esta semana Thomas el Tren y sus amigos, un popular juguete de madera que vende millones llegó a los titulares de los diarios... En alguna de las fábricas de China que supervisa una empresa americana que tiene tercerizada la produccción de la empresa también americana dueña de los derechos de Thomas -suena complicado pero estamos en la época de la tercerización de la tercerización-, los juguetes se pintaron con una pintura no autorizada que contiene plomo, una sustancia prohibida ya que puede provocar serios daños, especialmente en los niños. La empresa hizo un llamado para que los miles de padres que compraron ese juguete lo devuelvan y se les cambie por otro. Está en debate aún quién pagará los costos de envío. (!)
La historia con moraleja de la película que mencionaba antes, se parece mucho a las historias con moraleja que justamente Thomas y sus amigos pregonan desde sus cuentitos también Made in China. En el New York Times, una simpática nota hace un paralelo entre lo que los cuentitos de Thomas enseñan y lo que las empresas podrían aprender si además de maximizar su ganancia, leyeran lo que ellas mismas lanzan al mercado.
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