Casualmente (o no tanto, ya que a veces con Danila a pesar de la distancia pensamos en paralelo), el tema de la semana pasada en mis clases de Administración en la facultad fue la motivación. ¿Qué es lo que nos impulsa a trabajar al máximo de nuestro potencial? ¿Cómo hace una empresa para lograr que sus empleados vuelquen su energía y creatividad en el ámbito laboral?
Hacia principios del siglo XX, superadas en gran parte del mundo las etapas del castigo físico y la esclavitud como motores para el trabajo, el foco estaba puesto en el dinero. Para las teorías clásicas de la economía y la administración las personas trabajarán más si son mejor remuneradas, y por lo tanto lo ideal para lograr trabajadores motivados es pagarles por pieza o resultado.
Pero la idea del progreso indefinido y el trabajador económico se rompen hacia 1930, cuando muchas empresas descubren que a pesar de seguir un modelo de pago variable no logran mejorar la productividad y en muchos casos ni siquiera alcanzar los estándares que calculaban los preocupados ingenieros. ¿Qué motivaba (o desmotivaba) a los trabajadores de las fábricas para no dar el máximo de su potencial? Algunas empresas deciden encarar el problema desde un punto de vista novedoso para la época y permiten que científicos de ciencias nuevas y alejadas del mundo de los negocios estudien el comportamiento de sus empleados en busca de pistas para retomar el camino de la productividad máxima y deshacerse de los conflictos y reclamos gremiales sin precedentes. Así, los sociólogos y psicólogos entran por primera vez al mundo de las empresas para quedarse hasta hoy.
Las teorías de motivación que desarrollan primero Abraham Maslow y más adelante Frederick Hertzberg y Douglas McGregor dan lugar a nuevas formas de entender a los trabajadores: el dinero es apenas un primer escalón entre las complejas variables que impulsan a una persona a dar más en el ámbito laboral. Desde el ambiente y condiciones de trabajo, hasta altos conceptos de autorrealización, pasando por cuestiones sociales, de prestigio y de seguridad, mueven a las personas a poner lo máximo de sí en sus trabajos. Como hicimos todos los que formamos en su momento Plaza Vertical con el fuego de ser parte de algo nuevo; como hacen los emprendedores sociales que combinan los fuegos de lo nuevo, lo creativo y lo social en nuevos proyectos; pero también como hacen los que día a día enfentan trabajos a que a simple vista parecen repetitivos o simples, pero que con un poco de pasión se vuelven los mejores del mundo.
Parafraseando al Cortázar del título -y al Galeano de la cita al pie-, la motivación de cada uno es única, y por eso resulta tan compleja y hasta misteriosa para los gerentes. Pero cuando arde, el fuego se hace sentir y deja sus huellas.
"No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende."
Eduardo Galeano, en "El mundo"
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