por danila
Uno de los encantos de los emprendimientos o "start-ups" es la adrenalina que generan. La gente se siente motivada y comprometida... sin necesidad del premio macdonaldiano al "empleado del mes". ¿En qué momento un start-up se convierte en una corporación y debe recurrir a artilugios para lograr ese estímulo del comienzo? ¿Es posible que una corporación mantenga la cultura de start-up aún luego de consolidarse?
A mediados de 1999, Laura y yo hacía ya tres años que habíamos fundado nuestra productora de publicaciones corporativas, Paragraph. Teníamos una buena cartera de clientes y el equipo de trabajo había adquirido cierta autonomía. A nuestro alrededor ocurría la gran bonanza de Internet. Comenzamos a usar los mediodías para pensar qué podíamos desarrollar en la web. De nuestros almuerzos surgió Plaza Vertical, una suerte de eBay pero para empresas. Conseguimos que un fondo de inversión local pusiera capital para montar el negocio y armamos un lindo grupo de trabajo, tanto en Buenos Aires como en Sao Paulo. La aventura duró exactamente 12 meses - para el momento que había que conseguir una nueva ronda de capital, la burbuja de Internet había estallado y la Argentina estaba a punto de declarar el default.
Para mucha de la gente que armó Plaza Vertical, según me contaron en posteriores cafés, esa fue una de las mejores experiencias laborales de sus vidas. Es que todos estábamos propulsados por la adrenalina que da crear algo de la nada. El ambiente era divertido, la información compartida, la creatividad a flor de piel.
Recordé todo esto cuando la semana pasada entrevisté a Pablo Saubidet, uno de los fundadores de IPLAN, para Revista MERCADO (se publicará en junio). IPLAN fue la primera empresa de América Latina en introducir la tecnología IP para telecomunicaciones. Saubidet recordaba con cariño y cierta nostalgia los inicios de IPLAN. Como Plaza Vertical abortó, me quedé siempre con la duda de cómo hubiera evolucionado la cultura y el clima laboral de haber continuado. IPLAN ya tiene ocho años así que trasladé mi duda a Saubidet. Me gustó mucho su respuesta, que la comparto aquí con ustedes: "El desafío es lograr pasar del idilio fogoso al matrimonio intenso."
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