
En un extremo están mis tíos que no quieren ni poner su nombre en la web por temor a no sé bien que; en el otro están mis sobrinos adolescentes que ponen no solo su nombre, y su teléfono, sino hasta su foto en ropa interior, el poema que le dedican a su novia y la lista de su gustos más privados. ¿Cuánta información hay que dejar circulando por ahí y a la vista de todos?
Hace un tiempo el problema salió a la luz cuando Facebook cambió sus condiciones y, en la letra chiquita, se apropiaba de los derechos de esa foto que te sacaste con tu familia, de ese poemita que te inspiró tu vecina, de tus citas favoritas y hasta de tus pensamientos (para el que no esté familiarizado, uno de los features más utilizados en esta red social es la publicación de la respuesta a la pregunta "¿Qué estás pensando?").
Me imaginaba entonces el valor de la información para la gente de marketing de las empresas de consumo, desesperadas por encontrar a consumidores hipersegmentados, y me sonaba una señal de alerta. Hoy encontré en el New York Times una confirmación de estos "modelos de negocio" basados en la información que libremente publicamos en la web: Real Age, un popular sitio de salud en el que contestando cien preguntas sobre tus hábitos y gustos recibis tips para mejorar tu vida y el calculo de tu "edad real", comercializa luego los datos a laboratorios que, por ejemplo, te ofrecen vitaminas para contrarrestar tu propension a la comida chatarra, te bombardean con mails para que compres suplementos dietarios o te envían promociones sobre medicamentos aún antes de que sepas que estás enfermo.
A mis tíos suelo explicarles que la cosa en la web se parece a las comunidades "reales" y que por poner su nombre o su edad no van a correr riesgos extra: ¿Por qué tu vecino puede enterarse de lo que hiciste hoy y no tu mejor amigo que ahora vive a kilómetros de distancia? El kiosquero de la esquina (o el empleado de tu empresa, o el vendedor de seguros, o...) sabe de vos un montón de datos personales, pero no por eso te va a estafar o robar...
A mis sobrinos, les pido que lean la letra chica y tengan cuidado con lo que comparten en este nuevo mundo virtual, en el que todo lo que digas, queda registrado (y puede ser usado para que otro haga dinero).