martes, octubre 07, 2008

Emprendedores de lo trucho

por landi

Que en Latinoamérica la piratería y el mercado de lo "trucho" mueven millones no es nada nuevo: software, películas, ropa, carteras, zapatillas, nada se salva. Pero no deja de ser sorprendente hasta dónde llega.

Hace un tiempo que quería escribir sobre el tema, desde que en un programa de La Liga el año pasado me impactó ver el contrabando hormiga del comercio de ropa trucha traída desde Paraguay, con los "pasistas" que "trabajan" de ingresar mercadería trucha, como si fueran objetos personales --y por unos pocos pesos van y vuelven todas las veces que les es posible con valijas y bolsones cargados de jeans, remeras, zapatillas y otras prendas de vestir, que dicen ser de marcas que no son--.

Me impactó también descubrir en mi propia investigación, que la palabra "ropa" tiene el mismo origen que la palabra "robar". Parece que los los bárbaros que invadieron Europa se hacían como botín de todo aquello que encontraran a los pobladores que conquistaban, y la palabra que ellos usaban para describir esta acción ("raupare") dio origen a la palabra "robar". Como en aquella época, las posesiones solían reducirse a unos pocos objetos y sobre todo la preciada vestimenta para protegerse del frío, lo que se robaban se designó con una palabra similar "roupa" que llegó hasta nosotros como "ropa"...

Trato de mantenerme lejos de la piratería y evito las grandes marcas, por lo que la entrada sobre los emprendedores de lo trucho quedó en la bandeja de borradores.

Hasta que la semana pasada volví a leer sobre la piratería en un diario de Perú. El irónico escritor y periodista Jaime Bayly, relataba su disyuntiva frente a un vendedor que, en un semáforo de Lima, le ofrecía su última novela en versión trucha: ¿comprar un ejemplar es alimentar la industria o es una forma de sacar un ejemplar ilegal de circulación?

No se me había ocurrido que también circulaban "libros truchos" --más allá de las fotocopias anilladas que todo estudiante universitario conoce--. Con curiosidad corrí a ver mi ejemplar de "La mujer de mi hermano", la novela de Bayly que acababa de comprar en una tienda de souvenirs de Machu Picchu y descubrí que quitando el celofán y hojeando el libro que a simple vista parecía de lo más legal...yo también había terminado comprando un producto trucho.

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