lunes, noviembre 23, 2009

La Rueda de la Fortuna: de la Edad Media a Facebook


por landi

Entre las curiosas aplicaciones que brotan en las redes sociales, hoy me encontré con que varios amigos en Facebook se habían dejado tentar por una vieja conocida: la rueda de la fortuna.

Durante el pasado verano, investigando para "MOMENTO$ CRITICO$" (Aguilar, 2009), me dejé llevar por esta curiosa invención, que en la versión final del libro apenas quedó mencionada en la sección: "La Diosa de la Fortuna tendrá su rueda, pero nosotros tenemos el timón".

La diosa Fortuna podía girar la rueda en cualquier momento, llevando a los de abajo a la cima o quitándoles a los de arriba su posición de privilegio.

Les comparto un texto borrador escrito entonces sobre el origen de esta rueda que,entonces desde libros escritos a mano y hoy desde la red social Facebook, sigue fascinando a los buscadores de oráculos:

La rueda de la fortuna: ¿en manos del destino?

Una de las características que más suele afectarnos de las crisis es su aparente imprevisibilidad. Como fenómenos complejos, se desencadenan por una cantidad de factores concurrentes, que hacen imposible saber cuándo ocurrirán o cuál de las causas es la que “colmará el vaso”.

A lo largo de la historia, la humanidad ha tratado de explicarse y prevenirse frente a este “efecto sorpresa”. En la Antigua Grecia se culpó a una mujer –claro que una mujer divina– por la imprevisibilidad de los cambios que los humanos debían enfrentar en su vida. La diosa Fortuna, una caprichosa dama de figura rotunda, a veces alada, a veces con los ojos vendados, era la responsable de la suerte y el destino, de los golpes de timón –otro de los elementos que a veces la acompañan en su representaciones– de nuestras existencias. En otras imágenes se la muestra con un cuerno de la abundancia o cornucopia, un cuerno de cabra repleto de frutas, flores, monedas y otros tesoros con el cual reparte la suerte más deseada: la de la afluencia y la prosperidad económica.

Varios siglos después la pagana diosa de la buona fortuna sirvió de apoyo a las ideas religiosas medievales según las cuales importaba más el contenido espiritual de la vida, ya que todo lo demás era efímero y azaroso.

La diosa Fortuna agregó a sus representaciones una poderosa herramienta: la Rueda de la Fortuna, que giraba con una manivela como repartidora de penas y alegrías, de pérdidas y ganancias. La rueda de la fortuna mostraba cuatro posibilidades en la vida de una persona, con cuatro figuras humanas atadas en una rueda de madera vertical, similar a la que en los parques de diversiones actuales llamamos noria o ‘vuelta al mundo’. La posición de cada figura indicaba una etapa de la vida, que se creía, nos tocaba enfrentar: a la izquierda, a mitad de altura, y en ascenso una figura cargaba con el texto en latín regnabo (reinaré); en lo alto, erguido y orgulloso, un personaje coronado, con el texto regno (reino); a la derecha, en descenso, gracias a la manivela que la diosa gira sin lógica ni aviso, una figura con el texto regnavi (he reinado), y en la posición mas baja de la rueda, una figura humana yace con el texto sum sine regno (yo no tengo reino).

Durante la Edad Media, esta figura de la rueda del destino, inevitable e imprevisible, se volvió muy popular a partir de un libro de la época que, copiado e ilustrado a mano como todo libro de su tiempo, circuló masivamente. En “La consolación de la filosofía”, el pensador y político romano Anicio Manlio Torcuato Severino Boecio, nacido en el año 524, escribe sus imaginarias conversaciones con Filosofía, otra alegórica mujer que se le aparece para aclararle el problema del destino.

“Conozco el modo amistoso y encantador que adopta la Fortuna con todo aquel a quien se propone engañar, para luego proporcionarle un sufrimiento intolerable y abandonarlo en el momento menos esperado… ¿Intentas detener la fuerza de su rueda que gira? ¡Ah! Iluso mortal, si la Fortuna se detiene, ella deja de ser la Fortuna.”

La diosa Fortuna podía girar la rueda en cualquier momento, llevando a los de abajo a la cima o quitándoles a los de arriba su posición de privilegio. La inspiración de Boecio, parece haber sido su propio revés del destino. Rico y poderoso hasta los cuarenta años, se cree que Boecio escribió su obra maestra en la cárcel, mientras esperaba una cruel ejecución tras haber sido injustamente acusado de traición al emperador, y de perder su propio lugar afortunado en la sociedad de aquella época.

La visión del destino como algo totalmente ajeno a nuestras decisiones es tal vez algo simplista para nuestra cosmovisión contemporánea, pero durante siglos ayudó a mantener el status quo en una sociedad tradicional en la que los ascensos sociales podían ocurrir solo por un “golpe de suerte”, y perderse de la misma manera.

Pasados ya varios siglos, la figura de la rueda de la fortuna ha continuado su evolución. En el tarot actual, esta figura se representa en una carta, como símbolo de eternidad y transformación. En lugar de las figuras humanas, suele verse en descenso a un mono, que con las manos atadas simboliza a las personas que se dejan llevar por el destino; en ascenso, a un conejo que sube astutamente sin dejarse confundir; en lo alto se encuentra una figura con corona y espada, que representa a los que sí saben moverse y dirigir su destino hacia la prosperidad. Debajo de la rueda, suele representarse tierra arada, que significa que cada cual debe plantar su simiente del propio destino.

Durante las guerras, una “rueda de la suerte” se utilizó entre los soldados como herramienta de reparto de botín, dejando que el azar decida, y evitando los conflictos de las decisiones grupales. Una rueda similar podemos ver todavía en ferias y kermesses, ofreciendo premios a quienes queden en el lugar afortunado, y otra popular rueda de la fortuna contemporánea es la ruleta de los casinos, con la que muchos buscan dar un golpe de suerte a sus vidas.

No por nada la fortuna –ya sin diosa de por medio– hoy se ha vuelto sinónimo de riqueza.


En la imagen, la Rueda de la Fortuna representada en Carmina Burana, un manuscrito del siglo XI

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